miércoles, 27 de julio de 2011

Hoy todo lo demás es lo de menos

Dicen que a través de las palabras el dolor se hace más tangible. Que podemos mirarlo como a una criatura oscura, tanto más ajena a nosotros, cuanto más cerca la sentimos...



* Empieza por quererte. Y luego, deja las cosas claras a todos esos cretinos. Elige bien, no hace falta que te quedes con uno. Dejemos de serlo, jugar ya no es divertido. Di lo que quieres y yo ya veré si puedo conseguirlo. No me hagas perder el tiempo , dedícate a algo que desees y no desees al que más tiempo te dedica. No huyas, respira. Mantén la mente caliente, no dejes que se enfríe. No sirve de nada. Cuando la nevera se descongela, siempre se queda vacía.

domingo, 17 de julio de 2011

co-razones



"Yo la quiero por muchas más razones que vosotros" carlos salem

No hace falta que me digáis eso de que perdéis la cabeza por eso de que sus caderas. Ya sé de sobra que tiene esa sonrisa y esas maneras, y todo el remolino que forma en cada paso de gesto que da.Pero además la he visto ser ella misma, y en serio que eso no se puede escribir en un poema.Por eso, eso que me cuentas de que 'mírala cómo bebe las cervezas y cómo se revuelve sobre las baldosas, y qué facil parece a veces enamorarse'. Todo eso de que ella puede llegar a ser ese puto único motivo de seguir vivo y a la mierda con la autodestrucción...
 
Todo eso de que los besos de ciertas bocas saben mejor es un cuento que me sé desde el día que me dio dos besos y me dijo su nombre.Pero no sabes lo que es caer desde un precipicio y que ella aparezca de golpe y de frente, para decirte venga, hazte un peta y me lo cuentas. No sabes lo que es despertarte y que ella se retuerza y bostece,luego te abrace, y luego no sepas cómo deshacerte de todo el mundo.
 
Así que supondrás que yo soy el primero que entiende el que pierdas la cabeza por sus piernas, y el sentido por sus palabras. y los huevos por un minimo roce de mejilla. Que las suspicacias, los disimulos cuando su culo pasa, las incomodidades de orgullo que pueda provocarte...son algo con lo que ya cuento.
 
Quiero decir que a mí de versos no me tienes que decir nada, que hace tiempo que escribo los míos.Que yo también la veo, que cuando ella cruza por debajo del cielo solo el tonto mira al cielo. Que sé como agacha la cabeza, levanta la mirada y se muerde el labio superior. Que conozco su voz en formato susurro, y formato gemido, y en formato secreto.Que me sé sus cicatrices y el sitio que la tienes que tocar en el este de su pie izquierdo para conseguir que se ría, y me sé lo de sus rodillas y la forma de rozar las cuerdas de una guitarra.Que yo también he memorizado su numero de telefono, pero también el numero de sus escalones y el numero de veces que afina las cuerdas antes de ahorcarse por bulerías.Que no solo conozco su última pesadilla,también las mil anteriores, y yo sí que no tengo cojones a decirla que no a nada porque tengo más deudas con su espalda de las que nadie tendrá jamás con la luna (y mira que hay tontos enamorados en este mundo).Que sé la cara que pone cuando se deja ser completamente ella,rendida a ese puto milagro que supone que exista.Que la he visto volar por encima de poetas que valían mucho más que estos dedos, y la he visto formar un charco de arena rompiendo todos los relojes que la puso el camino,y la he visto hacerle competencia a cualquier amanecer por la ventana: no me hablen de paisajes si no han visto su cuerpo. Que lo de "mira sí, un polvo es un polvo",y eso del tesoro pintado de rojo sobre sus uñas, y solo los sueños pueden posarse sobre las cinco letras de su nombre.
 
Que te entiendo, que yo escribo sobre lo mismo, sobre la misma. Que razones tenemos todos, pero yo... muchas más que vosotros.


Sencillamente genial... feliz domingo :)

sábado, 16 de julio de 2011

llegué con ella y vencí

'Manda cojones' necesito escrirbir para desahogarme, cuando es lo que hago durante todo el día. Pero es que no puedo evitar utilizar las teclas para decir en el momento que se me antoje lo que siento, y tampoco sé porqué, pero siempre se me ha dado mejor con boli en mano, bueno, ahora con un teclado.

'Escribir es un arte' o eso dicen... yo lo entiendo como una forma de expresar las cosas que pasan por mi cabeza ya sea para decirle a las personas que quiero todas esos sentimientos  que no podría explicarles en otro momento o simplemente por el hecho de compartir algo que veo necesario. (Y es que escribir por escribir también requiere su tiempo,eh?)

Escribimos para informar, y también para releernos en un futuro y encontrar esas ideas que un día tuvimos. No siempre se acaba encontrando la forma adecuada de decir las cosas, pero es sencillamente sensacional volver a leer esas palabras guardadas siempre con algún motivo.

Y no, no creo que algún día deje de escribir. Porque para mi es un placer invertir tiempo en algo así. Lo seguiré haciendo ya sea por imposición o por placer. Quiero conservar mis letras como si de fotografías se tratase. Quiero que mi blog, mi ordenador o mis carpetas mantengan mis recuerdos, y ese día recordaré porqué escribir era una pasión.


Feliz día

WhatsApp

Quiero dejarles dos artículos que he leído sobre WhatsApp... para mi gusto, muy buenos. 

De cómo el WhatsApp acabará con todas las relaciones sexuales

 Pongamos que conoces a Paqui en los 80.
Paqui estudia enfermería en la Complutense, vive con sus padres y se ríe tapándose los dientes con la mano. La has oteado en un bar de Malasaña y te has acercado a ella. Le preguntas si estudia o trabaja. Así es como te enteras de que estudia enfermería en la Complutense. Os enrolláis, te gusta, le pides el teléfono, y como también le gustas, te lo da. Paqui deja de salir de casa durante un par de días (pero solo un par, que aún no se ha emitido 'Sexo en Nueva York' y no tienes ni idea de estrategia) porque se queda a esperar a que la llames a casa de sus padres. Quedáis a tomar un helado y a pasear por El Retiro. Os casáis. Sois moderadamente felices.
Pongamos que conoces a Laura a mediados de los 90.
Estáis en un bar del centro y ella toma Licor 43 con cola con sus amigas de la ofi. Tú eres un abogado JASP y por eso has venido en tu Clio. Le sueltas dos paridas del último capítulo de 'Friends' que los dos habéis visto. Tenéis sexo casual en la no tan amplia trasera de tu Clio JASP. Os gustáis. Os intercambiáis los móviles. Ella sigue saliendo y acostándose aleatoria y casualmente con otros chicos hasta que recibe tu mensaje a las dos semanas (porque has visto 'Sexo en Nueva York' y sabes que has de hacerte de rogar). No se ha quedado en casa porque con el móvil está localizada. Yacéis un par de veces más y veis que la cosa funciona. Os casáis. Sois moderadamente felices a pesar de que ella se acostó con otros desde que te conoció. Solo te enteras de esto en tu lecho de muerte. La maldices, pero pronto se le pasa.
Pongamos que conoces a Vane en 2008 en la terraza de un céntrico hotel madrileño.
Es una agradable noche de verano. Ella es community manager y tú trabajas en recursos humanos de una empresa random. "Esto de Internet es el futuro", acordáis. El "en tu casa o en la mía" os acaba llevando a la suya. Por la mañana te marchas con prisas antes de pedirle el teléfono porque va a ir el fontanero a casa y te da palo despertarla. Os habéis gustado, así que la buscas por Facebook y aparece a la llamada de vane1981@hotmail.com. La Vane que agregas no es con la que dormiste, pero después de dos meses de chat os dais cuenta de que sois el uno para el otro. Os casáis y cada aniversario veis 'La red social' de Fincher con vino y velas. Sois moderadamente felices hasta que la otra Vane te localiza por Facebook un día diciéndote que si le hubieras pedido el teléfono os podría haber ido muy bien.
Pongamos que conoces a Marta el fin de semana pasado.
Le dices un par de coñas marineras sobre ‘Alaska y Mario’ y ella, jovial, te pregunta si tienes WhatsApp. "Claro, soy un chico iPhone", sonríes. "Oh, vaya, qué teléfono tan bonito", dice ella sacando idéntico dispositivo, aunque una edición atrasado, carencia que le parece vintage y que aún así suple con su carcasa rosa. Os enrolláis como han hecho tus anteriores alter egos en esta teoría de cuerdas optimista en la que parece que ganas siempre. Parece porque ahora la cosa cambia. Porque el WhatsApp solo te traerá dolor, muerte y destrucción.
Me explico:
Con las cartas postales, los cables de telégrafo, las llamadas telefónicas, maldita sea, hasta con los emails, se sigue procreando. Si no, ni tú que lees, ni yo que escribo esto estaríamos efectuando la transacción cultural rara que nos ocupa ahora mismo. No puedo poner en tela de juicio sociológico vías mensajeras posibilitadoras que nos han mantenido en contacto (y en ‘contacto’) a los humanos hasta ahora. Pero lo del WhatsApp sí, lo del WhatsApp acaba de comenzar y no tiene por qué darse bien. Ya solo los albores prometen que va a ser una herramienta del demonio, con la gratuidad de una llamada telefónica asociada a tarifa plana y la esclavitud propia de largas tardes concentrado frente a un teléfono de rueda al que invocas mentalmente hasta que su horrible ring -ahora vintage también- anuncia que ella por fin quiere hablar contigo. Que piensa en ti.
El WhatsApp, decía, lo carga el diablo porque desde su entrada en juego todo puede ser más inmediato, al modo de un chat de ordenador, pero también mucho más asombrosamente cruel.
Propongo varios escenarios desfavorables en lo que a cortejo móvil se refiere:
1. Cómo dejar de hablar. Siempre has de inventarte algo turbio. Como "tengo algo en el fuego" (y no sabes cocinar), "tengo que salir a comprar el pan" (y son las 3 de la mañana), "me voy a acostar, que estoy molido" (y son las 8 de la tarde) o "te dejo, que mi madre me acaba de preparar la merienda" (y eres huérfano). Calibra tus mentiras, porque un renuncio puede ser sinónimo de retirada de palabra. No es que no quieras seguir hablando, es que la vida sigue y el WhatsApp gestionado por una mujer charlatana es un vórtice que se puede tragar la vida de uno. Un huracán sin fondo. El triángulo de las Bermudas.
2. Que te ignoren y saberte ignorado. Tú pones algo picantón. Ella está offline. Miras la pantalla 10 veces cada minuto, y agua. Por fin,  al cabo de tres horas, aparece como conectada. Esperas que su estado mute a Escribiendo para que te devuelva algo más subido de tono aún, pero no será extraño que lo lea y lo deje para otro momento (la gente tiene vida). Con lo gratis que era contestarte. Por SMS las latencias se llevaban mejor porque no había acuse de recibo. Aquí una no respuesta voluntaria es como que te claven astillas debajo de las uñas. 
3. Infidelidad. No la recomendamos, pero sucede.
COCINA INTERIOR DÍA
Un iPhone abandonado a su suerte en la mesa mientras te duchas, sonando como una apisonadora en una ecuación que también incluye a tu novia curiosa y presta a leer quién insiste, puede ser una fuente de problemas.
A ti te ha pasado.
La tentación de fisgar es grande y el WhatsApp, que muestra sus mensajes recientes como máscara de bienvenida, indiscreto.
4. Horror social. Te citas con una joven para tomar la típica caña en la típica terraza de esas en las que te ponen patatas fritas típicas en un plato redondo, pequeño, blanco y normal. Hasta ahí todo es normal. Pero resulta que de repente ella tiene una amiga con problemas porque la ha dejado su novio o porque se le ha roto una uña o porque le han diagnosticado una enfermedad muy inofensiva pero muy rara. Y se lo cuentan por WhatsApp mientras tú ves la vida pasar. Chequeas tu correo, chequeas a las chicas que pasan, juegas al póker online e incluso ganas las series mundiales. Y ella dale que te pego, con la lengua fuera como intentando apretar un tornillo y tecleando realmente desfondada palabras de consuelo. Para lo que habrían podido arreglar con una hora de teléfono, se pasan tres mandándose mensajes. Y luego su caña está caliente. Y, obviamente, tú tienes la culpa.
5. Impericia desesperante. Y luego están las que te escriben despacio con el iPhone porque es un móvil de teclas pequeñas que no registra siempre bien las huellas dactilares, convirtiendo la experiencia de la gente con dedos de morcilla en un ensayo-error que desespera y que harta. Y eso casi nunca acaba en finales moderada (ni remota) mente felices.
Y por todo ello, recomiendo volver a los zapatófonos y al ábaco.

Aunque como soy una enamorada de todo lo que siento... este aún me parece mejor.  

Relaciones que se inician, que se rompen y que se mantienen dentro de esta aplicación que ha desbancado a los sms. Conocer a alguien en los 80 significaba pedirle su teléfono, fijo por supuesto. En los 90 ya se podía dar el móvil e incluso el mail. En la era 2000 y con este tipo de amor 2.0, se empieza a conocer gente por Messenger y otros canales de Internet. Ahora llega WhatsApp, si no tienes WhatsApp, no tienes amigos prácticamente, estás fuera del mundo, ausente.

El WhatsApp tiene muchas bondades pero también peligros, y es capaz de esclavizarnos días enteros mirando a la pantalla para invocar mentalmente que aparezca el globo de aviso.

Los estados de WhatsApp y su influencia en los nuestros
Envías un WhatsApp a él o a ella, y primero se centra la atención en el acuse de recibo que aparece, un símbolo verde, que indica que lo ha recibido. La incertidumbre comienza a entrar cuando aparecen los dos símbolos verdes, que significa que lo ha leído.
A partir de ahí, se desencadena todo. Si en su estado ves escribiendo, todo va bien, te va a contestar, aunque los segundos que tarda en enviarlo se hacen eternos. Mientras tanto, puedes optar por mirar a la pantalla sin más o ir enviando más WhatsApp, porque escribes más rápido. Esto puede ser caótico, pues el receptor ya pierde el hilo y no sabe a qué contestar. Aparecen las erratas de los teclados táctiles y la comunicación puede ser rocambolesca, dando incluso lugar a mal interpretaciones.
¿Pero, qué ocurre cuando han leído el WhatsApp, no han contestado y ves que la ultima conexión ha sido hace 5 minutos? Es ahí, cuando se empieza a ser esclavo del teléfono y se consulta 15 veces cada minuto. Parece como irreal, pero no se puede dejar de hacerlo.

Y si entra en modo off line, desconectado, nuestro estado anímico también entra en este estado.

Situaciones WhatsApp
Ignorar o sentirte ignorado, se puede hacer de la forma más fácil y cortés por medio de esta aplicación. Cuando quieres dejar de hablar con alguien o viceversa, basta con algunas frases, que siempre conviene analizar, como que suena el teléfono en ese momento, que hay que sacar al perro, o incluso para los más sinceros, apelar a un cansancio físico y mental que les impide seguir.
Sentirte aislado o aislarte, también es posible. Si de repente el WhatsApp aparece, se esté donde esté, y es importante su emisor, te envuelves en una burbuja y solo existen tus dedos y el teléfono.
Intentas pedir disculpas al resto por estar “waseando”, como se dice en argot popular, pero realmente importa muy poco. La máxima es mandar muchos, con emoticonos, admiraciones, puntos suspensivos, que expresen tu estado de ánimo, sea cual sea, y entrar en ese mundo de intercambio emocional que llevas todo el día esperando.

Emociones WhatsApp
Se puede llorar, se puede reír, enamorarse y desenamorarse con una cadena de WhatsApp. ¿Tanto poder tiene sobre nosotros? Más que poder es la inmediatez de sus resultados y con ello lo que se genera en nosotros. Nos despertamos mirando el WhatsApp, y nuestro día, a veces, puede empezar bien o regular si tenemos ese “buenos días” que estamos esperando. Nos dormimos esperando otro de “buenas noches”, como el beso que no puedes tener en ese momento.

La tecnología forma gran parte de nuestras vidas, se vuelcan sentimientos, experiencias, deseos, opiniones, discusiones y reconciliaciones, pero no olvidemos que detrás del WhatsApp siempre hay personas, y no todas son capaces de mostrarse, tal y como son, por este canal. Usémoslo como herramienta de conocimiento, de conversación, de esperanza o de compañía, pero hay mucho más.

Y después de leer esto, ya podéis consultar vuestro WhatsApp.


martes, 12 de julio de 2011

'Y entonces me enfadé, pero aún así no dije nada'

Como si de una parada cardiorespiratoria se tratase, su respiración se detuvo y el corazón dejó de latir. Sin previo aviso, sin una alarma que le hiciese reaccionar, sin un cartel de colores por pequeño que fuese. El abismo olvidado, el mísmisimo infierno donde los castigos son eternos. No hay excepciones en las reglas, solo trampas.

Sin embargo, cuando menos te lo esperas, cuando crees que todo va en el sentido equivocado, que tu vida, programada en cada mínimo al detalle está naufragando... de repente, sucede.